El sufragio universal en España



El gran antecedente de la implantación del sufragio universal en España se encuentra en la época de la Revolución Gloriosa de 1868.
Puede ser algo que tenemos muy bien asimilado en nuestros días, e incluso se podría decir que no concebimos la política sin él, pero lo cierto es que un rasgo tan característico de la democracia como es el sufragio universal no fue instaurado de manera definitiva en España hasta finales del siglo XIX. La democracia, claro está, tampoco es un sistema demasiado antiguo, pese a lo que a veces podamos pensar. De modo que algo tan básico para el funcionamiento de nuestra sociedad como el hecho de que todas las personas tengan derecho a votar no es más que el fruto de duros esfuerzos e innumerables luchas y transformaciones sociales a lo largo de la historia.
En esta ocasión, nos gustaría dedicar unas líneas a la implantación del sufragio universal masculino en España. Desde el siglo XVIII, fueron entrando en escena en toda Europa, y más allá del Atlántico, las ideas y reivindicaciones que criticaban el tradicional e injusto sistema de votación que imperaba en los diferentes regímenes políticos del momento. El sufragio censitario imperante restringía los derechos electorales a una minoría opulenta y claramente diferenciada de las masas populares en términos educativos, sociales o económicos. Y la situación fue denunciada por un número cada vez mayor de descontentos, cuyas exigencias acabarían dando lugar, junto con otros factores, a los importantes movimientos, transformaciones sociales, y revoluciones del siglo XVIII y XIX.
Pero, ¿cuándo se dieron los primeros pasos hacia la ampliación del cuerpo electoral en nuestro país? Lo cierto es que, aunque de manera anecdótica y como una experiencia verdaderamente efímera, el gran antecedente lo encontramos en la época de la Revolución Gloriosa de 1868. Este acontecimiento, que supuso el fin del reinado de Isabel II y la instauración de un Gobierno de carácter provisional, trajo consigo la convocatoria de elecciones a Cortes en las que podrían participar, por primera vez, todos los españoles mayores de 25 años, independientemente de su riqueza. Ojo, utilizamos el masculino al hablar de ciudadanos, ya que el derecho a voto de la mujer quedaba totalmente descartado por el momento.
Pese a todo, la Constitución elaborada en junio de 1869, pocos meses después de los comicios, fue la más liberal redactada hasta la fecha en España, y sentaba un gran e importante precedente en la lucha por la extensión del derecho a voto a toda la ciudadanía. Atrás quedaban las sombras del Antiguo Régimen, y parecía vislumbrarse un nuevo horizonte en la política española. Pero, como se suele decir, poco dura la alegría en la casa del pobre. En apenas unos años, la Restauración Borbónica y la instauración del régimen político ideado por Cánovas del Castillo desbarataban esta intentona, con la redacción de una constitución de carácter más moderado en 1876, en la que no se hacía mención a los derechos electorales.
Entonces, una nueva Ley Electoral de 1878 volvía a introducir el sufragio censitario masculino, con lo que volvían a entrar en juego la formación y la riqueza de las personas a la hora de definir al electorado. Todo ello en una España marcada por el turnismo, el caciquismo, las redes clientelares y todos los problemas derivados de un régimen que (si me permiten el anacronismo) no se caracterizaba precisamente por sus leyes de transparencia. A pesar de todo, fue en este contexto, aunque unos años después, cuando se retomó la cuestión del voto masculino universal.
Referéndum autonómico del 5 de noviembre de 1933 en Éibar para la aprobación de un nuevo texto de Estatuto. La primera ocasión en que se llevó a cabo el voto femenino en España.Referéndum autonómico del 5 de noviembre de 1933 en Éibar para la aprobación de un nuevo texto de Estatuto. La primera ocasión en que se llevó a cabo el voto femenino en España.
La Ley Electoral de 1890, elaborada bajo el gobierno del liberal Sagasta, y pese a la oposición del Partido Conservador, restablecía el sufragio universal masculino, que ya perduraría, con el gran «paréntesis» de la dictadura franquista, hasta nuestros días. En cuanto a la mujer, aunque aún seguían sin reconocerse sus derechos electorales, no tardó demasiado en empezar a gozar de ellos. Al menos en comparación con otros países, España puede enorgullecerse de haber establecido el voto femenino en una época relativamente temprana, con la Constitución Republicana de 1931.
Como suele ocurrir, los casi cuarenta años de dictadura supusieron un duro revés a estos logros y libertades que hoy, afortunadamente, son un derecho irrenunciable. La llegada de la democracia y el establecimiento de un sistema en el que todos, hombres y mujeres de toda condición, podemos elegir a nuestros representantes, son el resultado de años y años de luchas, reivindicaciones y un esfuerzo encomiable. Sólo por ello, merece la pena acudir a las urnas y comprometernos de pleno con un proceso tan importante para nuestro presente y futuro como sociedad.

Miguel Vega Carrasco

Vía: descubrirlahistoria

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