SU ÚLTIMO DESEO.


Estaba acostado, nervioso, total era la primera vez en mi vida que me iban a operar.

Desde hace dos años empecé a sufrir de las anginas y el doctor Simón había decidido que ya era hora de extirparlas para no seguir padeciendo.

Llegó el anestesiólogo, lo supe cuando me dijo: -

- Amiguito, es hora de ponerlo a dormir.

Respiré profundo, cerré mis ojos y sentí el pinchazo, dentro de poco me dormiría profundamente y al despertar, estaría algo adolorido en la sala de recuperación.

No sé cuánto tiempo transcurrió, solo sé que abrí los ojos y vi al doctor que se acercó con el escarpelo en la mano derecha, traté de hablarle, decirle algo para que se diera cuenta que estaba despierto, y seguramente, sentiría todo el proceso operatorio.

Él pareció advertirlo y esbozó una sonrisa maléfica.

-Esta será la forma -dijo seriamente. -En que me pagues el haber embarazado a mi hija y haberla abandonado, tranquilo, no te mataré solo te sacare tus “anginas”...

En ese momento un miedo galopante cruzó mi cuerpo, quería pararme, salir corriendo, gritar, pero ya la anestesia estaba realizando su trabajo.

No supe más de mí, caí en un profundo sueño.

Al despertar, estaba boca abajo, sentía mi cabeza embotada, lentamente abrí los ojos, pensando si todo había sido un sueño o si en verdad ese doctor quería vengarse de mí...

Al ver a mí alrededor pude notar que eso no era la habitación de un hospital, tenía un aspecto aterrador, todo semi oscuro, tenebroso, sin ninguna ventana, parecía más bien una bodega, además, se sentía un olor pestilente, como a algo muerto, intenté gritar pero de mi boca no salía ningún ruido, solo un muy leve quejido, casi inaudible, ¿sería por lo de las anginas?, ¿sería que el doctor me cortó las cuerdas vocales?

Sentía mucha molestia tanto en la garganta como en la espalda, estaba atontado aun... Mire hacia la mesita de noche que estaba allí, había una carta, temblando la empecé a leer, un sudor helado recorría mi cuerpo...

La nota era del doctor, ni en mis peores pesadillas podía imaginarme lo que estaba sucediendo.

Tiré la carta y toqué mi espalda. Una oleada de terror invadió mi ser. Era cierto lo que decía la misiva:

“Fuiste un verdadero desgraciado con mi hija, la razón de mi ser, la luz de mis ojos” – había escrito el Doctor- “ella se enamoró de un mal nacido como tú, te aprovechaste de eso, la embarazaste y la abandonaste. Ella cayó en una fuerte depresión, tanto así, que atentó contra su vida y murió”.

“Cuando la baje de la cuerda con que se ahorcó –proseguía la misiva- le quedaba un hálito de vida, me pidió perdón por haberse suicidado y matar a mi futuro nieto, no podía hablar mucho, las palabras apenas se le entendían. Tenía la garganta destrozada, pero me dijo que no te guardaba rencor, incluso que aun te amaba, y cerró sus ojos para siempre”.

Debo reconocer que las lágrimas salían de mis ojos sin poder contenerlas, hubiera querido gritar, pedir perdón, suplicar, que se yo.

“Su último deseo –continuaba la carta- era estar contigo. Por eso, después del entierro, saqué el cuerpo de mi hija, corté su torso y lo uní quirúrgicamente a tu espalda, así, ella estará contigo mientras vivas, que no será por mucho tiempo, ya que ella se está descomponiendo y tarde o temprano esto te afectará, además, estás encerrado en una bodega, en un sitio abandonado, te dañé las cuerdas vocales así que no podrás gritar, morirás de hambre, de sed, de frío, con el cadáver putrefacto de mi hija pegado a tu espalda, eso te recordará todo lo mal que te portaste con una mujer que solo hizo de mal amarte. ¡Púdrete mal nacido en el infierno!

Han pasado, quien sabe ya cuántos días, me siento muy débil, tengo mucha hambre, tengo mucha sed, también tengo fiebre, me duele la espalda. Ya me he acostumbrado al fétido olor que sale de la parte de atrás de mi cuerpo, a los gusanos y moscas que me acompañan, a ese terrible aroma a muerte, a soledad, a tristeza; pero a lo que no me acostumbro, lo que más me desespera es escuchar la voz de ella todo el día, riéndose de mí, diciéndome que ella y el bebé me aman, recordándome que me esperan en el infierno...

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