Mi vagina era mi aldea.

Basado en las vivencias de mujeres musulmanas durante la guerra de Bosnia en los llamados "campos de violaciones":

Mi vagina era verde, praderas de un suave rosado acuoso, una vaca mugiendo, sol, siesta,novio cariñoso rozándome con una suave brizna de paja dorada.
Hay algo entre mis piernas. No sé qué es.
No sé dónde está.
No lo toco.
Ahora no.
Ya no.
No desde entonces.
Mi vagina era parlanchina, no podía esperar, no podía esperar tanto, tanto hablar, palabras que hablaban, no podía dejar de intentarlo, no podía dejar de decir "Oh, sí. Oh. Sí".
No desde que sueño que tengo un animal muerto cosido ahí dentro con hilo de pescar negro y grueso. Y no puedo desprenderme del apestoso olor a animal muerto. Y tiene un tajo en el cuello y sangra tanto que me empapa todos mis vestidos de verano.
Mi vagina cantando todas las canciones de chicas, todas las canciones en las que suenan cencerros de cabras, todas las canciones de praderas de otoños silvestres, canciones de vaginas, canciones natales de vaginas.
No desde que los soldados me metieron un rifle largo y grueso ahí dentro. Qué frío está, con el cañón de acero que me anula el corazón. No sé si van a dispararlo o a clavármelo más adentro hasta atravesar mi cerebro que da vueltas como un trompo. Seis de ellos, médicos monstruosos con máscaras negras que también me penetraban con botellas. Y con varas y el palo de una escoba.
Mi vagina nadando en el agua del río, agua cristalina fluyendo sobre piedras secadas al sol, sobre piedras clítoris, sobre clítoris piedras, fluyendo hasta el infinito.
No desde que oí cómo se me desgarraba la carne y hacía ruidos chirriantes de limón, no desde que un trozo de mi vagina se me cayó en la mano, una parte del labio. Ahora me he quedado sin un lado del labio.
Mi vagina.
Una aldea de agua, mojada y viva.
Mi vagina, mi aldea natal.
No desde que se turnaron durante siete días, apestando a heces y a carne ahumada, dejando su asqueroso semen dentro de mí. Me convertí en un río de veneno y pus, y todas las cosechas se murieron y también los peces.
Mi vagina, una aldea de agua, mojada y viva.
La invadieron.
La masacraron y la quemaron.
Ahora no la toco.
No la visito.
Ahora vivo en otra parte.
No sé dónde.

Eve Ensler.

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