El Caballo de Arena (Cuento)

En una casa junto al mar, en el pueblo de Saint Ives, vivía un escultor con su esposa y su bebé.
El artista trabajaba en su estudio, pero en los días soleados de verano le gustaba ir a la playa a modelar animales de arena.
Hacia perros y gatos, focas y delfines... pero más que nada, le gustaba hacer caballos, porque los caballos -decía- son los animales más bellos que existen.
Una mañana, al despertar se encontró ante un cielo azul, un viento vivo y un mar picado, con crestas blancas en las olas.
-¡Mira! - exclamó su esposa -¡Caballos blancos!
En algunos lugares, cuando el mar esta agitado y las olas tienen crestas blancas, la gente las llama caballos blancos y ahora el artista podía verlos a lo lejos, en la bahía, retomando y galopando, sacudiéndose la espuma blanca de las crines.
-Hoy haré un caballo- dijo.
Entonces fue a la playa, demarcó un espacio, dejó su sombrero en la arena y se puso a trabajar.
Primero trajo agua del mar y remojo la arena seca. Luego se puso a planear y modelar la arena.
Poco a poco, el caballo empezó a tomar forma: los músculos y los cascos, la cabeza erguida y las crines ondulantes.
La playa comenzó a llenarse de gente, se paraban a admirar el caballo de arena. Y tanto les gustaba que dejaban dinero y las monedas tintineaban en el sombrero del artista.
El caballo iba creciendo. Era un caballo al
galope, un caballo que galoparía para siempre aunque tendido en la arena, fijo sobre uno de sus costados.
El escultor dedicó todo el día a su caballo, dando formas perfectas a los músculos de las piernas y el cuello, acentuando cada onda de sus crines.
Trabajo hasta la apuesta de sol, cuando se sintió el frío en la playa.
Entonces, las familias empezaron a irse, plegando sus sillas de tijera y sacudiéndose la arena,
El artista recogió las monedas de su sombrero y también partió.
Al quedarse solo, el caballo de arena comenzó a despertar.
Estaba vivo, pero no podía moverse, abrió su único ojo pero solo veía nubes. Con su único oído escuchó las gaviotas, el rugir y suspirar del mar. Y mezclados con los estallidos de las olas, los oyó suaves, casi imperceptibles relinchos.
Una gaviota se le posó en el lomo y picoteó el aire con su pico filoso.
-Gaviota- pregunto el caballo de arena -, ¿qué son esos relinchos?
Son los caballos blancos , allá en la bahía- respondió la gaviota.
-¿Qué están haciendo?
- Brincan caracolean y sacuden sus colas.
-¿A dónde van?
- A todas partes, a todos los puertos, a todos los horizontes.
-¡Quiero ir con ellos!
- Exclamó el caballo de arena.
-¿Tú? - se burló la gaviota, riendo y dando vueltas en el aire- Tú solo eres un caballo de arena.Tú no puedes ir con ellos.
Y todas las otras gaviotas se unieron al coro de risas y burlas.
Entonces el caballo de arena trato de moverse.
Era un caballo al galope, pero estaba fijo en la playa .
-¡No podía ir con ellos!
El cielo se fue oscureciendo.
Las gaviotas se alejaron. El rugido del mar se hizo más fuerte.
Ahora el caballo oía mucho más cerca los relinchidos.
-¡Ven con nosotros!
- Llamaban los caballos blancos.
Una ola estalló sobre la playa, bañándolo de espuma.
-¡Ven con nosotros!- repetían.
Otra ola rompió muy cerca y empapó al caballo de arena .
-¡Ven con nosotros!
-Llamaban los caballos blancos- ¡Vamos al último faro, al final de la tierra, detrás del horizonte!
Y rompió una nueva ola, inunándolo, anegando su cabeza y sus crines .
- ¡ Ya voy !- gritó... -¡Esperenme!
Rompió otra ola y el agua corrió entre espumas a su alrededor, llenando todos los huecos.
El mar lo absorbía, lo arrancaba, lo deslizaba por la playa..
- ¡Ya voy! ¡Ya voy! - gritaba.
Entonces llegó hasta la playa una ola enorme que se irguió, se encorvó y se desplomó sobre el caballo de arena, arrastrando sus crines, su cabeza , sus piernas y su cuerpo.
La ola gigantesca regreso mar adentro, llevándolo consigo.
El caballo de arena sentía que las olas lo levantaban y lo mantenían a flote.
Estaba, en medio de los caballos blancos.
Entonces, relinchó y sacudió las crines.
Sus cascos levantaron espuma en la superficie del mar.
- ¡Ya puedo moverme!
-Gritó- ¡Puedo galopear!
Y él también caracoleó, galopó y agito su cola blanca.
A su alrededor, los caballos blancos se zambullian y brincaban sobre las olas
-¡Vamos! Gritaban...
¡A todos los puertos!
¡A todas las costas! ¡A todos los horizontes!
Se alejaron al galope, y el caballo de arena fue con ellos.
A la mañana siguiente, cuando el artista bajo a la playa, encontró un grupo de personas que comentaban :
-¡Qué lástima! Todo ese trabajo barrido por el mar...
Pero el artista sonreía.
Él sabía adónde había ido su caballo de arena.
Al escultor le gustaba modelar animales de arena .
En especial los caballos.
Por eso creó un caballo de arena, tan hermoso y perfecto que parecía vivo.
Tanto, que algo muy especial podía sucederle.


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