CINCO MINUTOs.


Cuando entendí que mi matrimonio no funcionaba estaba lavando los platos del almuerzo, él estaba sentado en la mesa todavía, mirando la televisión.
Le pedí que me alcanzara el resto de los trastos y no me oyó, puede parecer una tontería, pero ese pequeño detalle me hizo estallar.
Claro que no se lo dije, pero mi cara seguramente habló por mí, y no necesitó preguntarme el motivo de mi enojo, me dejó sola con mis razones y se fue a la sala.
Después de eso cada día sumé motivos, como por ejemplo su costumbre de dejar las toallas en el piso después de bañarse, su despreocupación a la hora de cumplir horarios o traer mis encargos, todo fue mermando mi paciencia y mi amor por él.
Un amor que creí invencible, capaz de tolerarlo todo, fuerte y a prueba de malos tiempos.
Pero no, no lo era, mi amor por él era humano, y con tendencia a la destrucción, como el amor real, no el amor novelesco, que entre besos y pasión eterniza a dos amantes tan irreales como la belleza física después de los cuarenta, con dos hijos y un marido, amén de trabajo y tareas extras.
Por un tiempo me obligué a fingir que nada ocurría, me limité a ser la esposa correcta, con la mesa puesta y la cama caliente, pero sentía crecer muy dentro de mi la urgencia por salir corriendo, por tirarle por la cabeza sus camisas , aunque por supuesto lo pensaría muy bien, ya que esas camisas las planchaba yo.
Pasamos la navidad como siempre, veinticuatro en casa de mis padres, y veinticinco con los de él, no estaba de humor para soportar las indirectas de mi suegra, y un par de veces la dejé hablando sola, veinte años de matrimonio me dieron al menos ese derecho. Sus hermanos son exitosos, tienen un pasar económico envidiable, muchas veces me pregunto porqué lo elegí a él, y no solamente por el dinero, sé que trabajo tanto o más que él.
Terminando el año me propuso salir solos, cenar en cualquier lugar y luego dar un paseo, muchos meses sin intimidad, casi nos volvimos hermanos, acepté y me arreglé para la ocasión, y de la mano entramos a comer.
Todo marchaba perfecto, la comida era excelente, el vino perfecto y él me miraba como antes, antes de los hijos, de los kilos y las mentiras. Y entonces..
Lo vi atragantarse mirando a alguien que entró al salón, y lo conozco tanto que no me pudo eludir, giré la cabeza y allí estaba ella.
Treinta años como mucho, esbelta y jodidamente hermosa, sonriente caminaba de la mano de un tipo, que caminaba con esa seguridad que siente un hombre cuando lleva de la mano a una mujer que todos miran.
Terminé mi vino sin demostrar nada, y le toqué la mano a mi marido para tranquilizarlo.
Él me miró sorprendido, y yo le hice un guiño.
Cálmate, notará que te incomoda... dónde está tu madurez no seas imbécil.
Tienes a tu esposa a tu lado abrázala, dile que la amas, no me obligues a dejarte, no lo hagas.
Quería gritarle, quería que me dé reivindicación, pero al palurdo de mi marido se le iban los ojos a la rubia de cintura estrecha.
No aguanté más y le dije que quería el divorcio, me miró como si no hubiera escuchado bien y entonces se lo grité, esta vez me escuchó todo el mundo.
Me levanté y me fui dejándolo solo con su cena romántica, a dos mesas de su amante.
Los trámites de divorcio los lleva mi abogado, mis hijos no preguntan al parecer ya lo sabían, no solo lo de la rubia infartante, también de otras.
Comencé yoga con una amiga, y volví a la dieta esa que dejé al no tener resultados, salgo de viaje cada vez que puedo y también visito a sus padres, cuando se enteraron de los cuernos, mi exsuegra me llamó para disculparse:
_ Lo siento, así son los hombres. Mi madre lo soportó tantos años, y yo...-
_ No se disculpe usted no tiene la culpa, siempre serán familia, mis hijos necesitan tenerlos presentes.
Me dio pena, pobre mujer, casi sesenta años de matrimonio y experiencia, sabe fingir que no sabe, pero yo ya no lo haré.
Tengo casi cincuenta años, no espero ningún príncipe azul, no cambiaré mi vida completamente, ni voy a comportarme como una adolescente tardía.
Por primera vez en veinte años me pregunto, ¿qué quiero hacer cuando despierto?
Y es eso lo que hago, puede que solo tenga otros cinco minutos.
Y los haré valer.
Autor anónimo

Comentarios