Taylor Caldwell, famosa por su libro “Médico de Cuerpos y Almas”, la vida del médico y evangelista griego Lucas. Taylor nos relata el origen de la denominación “El Abogado del Diablo”, la cual no es la película de Keanu Reeves, sino una leyenda escocesa en el libro del mismo nombre que la Caldwell también escribió.

“Parece que siglos atrás el Diablo fue encerrado en los calabozos de una oscura aldea montañesa, acusado de diversos crímenes contra la humanidad. Ningún abogado quiso defenderlo, pero por último un juez escrupuloso le designó defensor.

“Todo el pueblo se mantuvo resuelto a que el Diablo fuera condenado, inclusive el defensor, hombre religioso y de suma probidad. Pasó orando muchas noches desesperadamente. ¿Cómo podría, manteniendo al mismo tiempo su integridad como defensor nombrado, presentar el caso ante el jurado, de manera que el Diablo fuera condenado?”.

La interrogante que taladraba su cerebro era ¿Cómo “defender” al Diablo y al mismo tiempo lograr despertar en el pueblo la conciencia de la presencia del mal y de los horrores representados por Satán? Finalmente encontró la solución.

¡Había que presentar al Diablo con todo su terrible poder y su profunda infamia, mientras lo defendía ostensiblemente! Mataría dos pájaros de un solo tiro: Perdería el caso y ganaría el respeto del pueblo por mostrar al demonio tan malo como en realidad era. Por otra parte, “ellos aprenderían a reconocer en adelante el mal, después que él lo hubiera expuesto ante sus ojos.

“De manera que condujo su defensa con gran brillo ante el tribunal. Fue revelada con toda sutileza la espantosa fuerza del Diablo ante el jurado y el pueblo reunido, preguntando al procesado y haciendo que se condenara con sus propias palabras.

“Con toda pericia, expuso ante la gente el hecho de que el Diablo no se hallaría allí entre ellos si no fuera por culpa de las propias faltas y la secreta envidia de esas mismas gentes y los pecados y errores de sus mismos corazones. Pudo llegar a obtener del Diablo la confesión de que su maquinación contra la humanidad carecía de límites y a intervalos, exhortó al pueblo a que admirase perversidad e inteligencia tan vastas”. Estimulado, el acusado expresó en exceso su odio contra el mundo.

“El pueblo escuchó lleno de terrible culpa y de temor”. Recordaron todos como contribuyeron a ese poder tan maligno, a través de su estupidez, su envidia, su avaricia y su falta de compasión. Lo vieron cambiar de ropajes y se hicieron los engañadizos; sabían que cada nueva promesa era una mentira que los llevaría a la perdición, pero decidieron “darle una nueva oportunidad”.

El juez le dijo al pueblo: “El mal reside entre nosotros, porque lo hemos invitado a venir”. Hemos atraído nuestro propio sufrimiento. El Diablo no tendría poder sobre nosotros si no se lo hubiéramos proporcionado nosotros mismos. Nos mantuvimos en silencio en vez de haber sido éticos. Por disfrutar de una seguridad momentánea desviábamos nuestra mirada mientras despojaban a nuestro pueblo. Llegamos a componendas, sabiendo que no hay arreglo posible con el mal. “Si el Diablo es culpable, nosotros no estamos exentos de culpa”. “Al juzgarlo se nos juzga a nosotros mismos”.

El Diablo fue condenado a ser desterrado para siempre del pueblo. El día del destierro del Diablo, nuestro abogado fue ahorcado por el pueblo.

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