Me llamo Carlos y soy camarero.

En mi profesión he aprendido que el mundo se divide en dos categorías de personas: por un lado están aquellos que levantan el plato sucio y se lo dan al camarero, para que no corra el riesgo de tirar sin querer los muchos platos que ya tiene en la mano. Por lo general esas personas dan las “gracias” y piden las cosas “por favor”. Se trata de gente que me ve, que se da cuenta de que estoy ahí haciendo dignamente mi trabajo y me ayuda. Sinceramente es un gesto de delicadeza que agradezco y que despierta en mí el impulso de abrazarlos. Es un detalle de nada, no cuesta ningún esfuerzo, pero es un gesto que lo dice todo sobre la educación de las personas. 

Siempre he amado a los que me pasan el plato, porque son gentes muy humildes, reconocen tu dignidad, no te tratan como a un sirviente y saben cuánta suerte tienen al estar ahí sentados comiendo mientras yo estoy de pie trabajando. Luego están las otras personas, las que jamás piden las cosas “por favor” ni dan las “gracias”. La mayoría han sido personajes poderosos e importantes, pero me han tratado mal, sin educación y exigiendo todo tipo de atenciones sin mostrar ningún respeto. A esos, te lo aseguro, no los verás jamás levantar un plato sucio de la mesa para pasárselo al camarero.

(Redactado por Aranjuez Magazine en base al testimonio de Carlos.)

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