LUCIÉRNAGAS.



A las cinco de la tarde cuando el resplandor se queda sin brillo y el jardín se sumerge en el último hervor dorado del día, oigo el grupo bullicioso de niños que salen a cazar luciérnagas.

Corriendo sobre el pasto se dispersan entre los arbustos, gritan su excitación, palpan su deslumbre, se arma un círculo alrededor de la pequeña que muestra la encendida cuenca de sus manos titilando.

Antiguo oficio humano este de querer apagar la luz.

¿Te acuerdas de la última vez que creímos poder iluminar la noche?

El tiempo nos ha vaciado de fulgor. Pero la oscuridad sigue poblada de luciérnagas.

Gioconda Belli.

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