Cuenta la leyenda que Dios mando a los perros para separarse de los lobos y cuidar de los humanos, con más corazón que cerebro porque si pensaran hace mucho se hubieran puesto en nuestra contra, su corazón los lleva a olvidar y entregarse por completo a quien les da cariño aunque luego los abandone.

Por generaciones han sido guardianes de los ancianos, protectores de los niños y los más leales amigos de sus dueños, con la mirada más inocente y sin entender la maldad humana, víctimas de abusos y condenados a vivir como indigentes.

Quien se gane su perdón y aprenda de ellos el amor incondicional, podrá acompañarlos, pues según la leyenda por ellos seremos elegidos.

Aún estamos a tiempo...

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