Las cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo.




La primera carta que Vincent Van Gogh escribió a su hermano menor Theo está fechada en agosto de 1872, la última en julio de 1890. En los dieciocho años que las separan Vincent escribió al menos novecientas misivas –casi unas tres al mes– aunque la frecuencia varió bastante. La extensión es todavía más importante que su número, a medida que la correspondencia aumentaba crecía también el volumen de cada una, con frecuencia ocho hojas e incluso más.
La estrecha relación epistolar que Vincent y Théo mantenían hace que el lenguaje de las cartas sea evidentemente fraternal. En ellas Vincent habla con Théo de todo, le describe las situaciones que vive a lo largo de sus múltiples cambios de residencia, le recomienda libros, le habla de su gusto por el arte y su predilección por ciertos pintores, por lo que es posible saber que le gustaba, que le disgustaba y que le intrigaba. Un detalle importante son los pasajes en los que Vincent describe los dibujos o pinturas en los que trabajaba y lo que más le atraía del tema, junto a reflexiones acerca de la composición y el uso del color, a menudo añadía pequeños bocetos para que su hermano se hiciera una idea de su trabajo.

Gracias a las cartas que escribió, es posible conocerlo en las diferentes facetas de su personalidad en continua evolución. Van Gogh escribió al igual que otros llevan un diario y leerlas es adentrarse en un personaje único y de excepcional brillantez, al contrario de lo que puede pensarse del artista al que antecede su fama de perturbado y conflictivo. Sus cartas a Theo pueden entenderse como extensión de su pensamiento y armar una visión más completa de VEl quehacer artístico de Vincent Van Gogh comenzó en 1880, para entonces vivía en Bruselas, donde se inscribió en la Academia de Bellas Artes. Entre 1881 y 1885 vivió en La Haya, Nuenen y Amberes. En febrero de 1886 llegó a París y para 1888 se instaló en Arles. Finalmente se trasladó a Auvers-sur-Oise donde falleció en 1890. Su carrera activa dentro de la pintura es por lo tanto relativamente breve, tan sólo diez años, pero de una gran intensidad. Se calcula que realizó unas 900 pinturas y 1600 dibujos.

Hijo de un pastor calvinista, Van Gogh, eligió en un principio la vocación de predicador entre los mineros belgas del Borinage, una experiencia que lo marcaría por el resto de su vida. Influido por la Biblia, pero al mismo tiempo por las ideas socialistas de su época, Van Gogh se formó una visión del mundo y de la vida que serían claves dentro de su quehacer artístico. Entre sus libros tenía una copia de la Biblia, la Revolución Francesa de Michelet, obras de Dickens, Víctor Hugo, y Emile Zola. Por ello no es de extrañar que se sintiera atraído por la obra de Jean François Millet, Gustave Courbet, Camille Corot y Eugene Delacroix y que se inclinara por una pintura más próxima al realismo, de mayor carácter social, representaciones de campesinos, obreros y gente del pueblo.
Una vez en Paris, Vincent, que había hecho hasta entonces una pintura más bien oscura, se empapó del color de los artistas franceses, la luz y las tonalidades brillantes de los Impresionistas marcarían su obra de aquí en adelante. La experiencia es valiosa, sin embargo más allá de las técnicas aprendidas Van Gogh se sintió frustrado, entusiasmado aprendió nuevas técnicas pero lo decepcionaron sus colegas. En 1887 escribió que contrario a lo que esperaba encontrar algunos de los pintores le disgustaron como hombres, Vincent sentía que sus compañeros artistas no estaban comprometidos con la sociedad.

En verano del mismo años escribió a su hermano: “me siento triste de pensar que aun en caso de éxito, la pintura no compensará los gastos […] y me sucede sentirme ya viejo y fracasado […] para triunfar se necesita ambición y la ambición me parece absurda. Yo no se que resultará”. Desencantado de París, pero sin darse por vencido y tras haber hecho nuevas amistades con algunos artistas, Vincent se marchó a Arles, en busca de aquello que deseaba, una búsqueda que se convertiría en su compañera por el resto de su vida y en la cual dejaría su salud tanto física como mental.

En febrero de 1888 Vincent se estableció en Arles, al sur de Francia, se sabe que soñaba con fundar una colonia de artistas al estilo de Barbizon. París había hecho mella en su salud agotándolo física y mentalmente, sin embargo en Arles pareció recuperarse, siendo una de sus etapas más prolíficas. Tras instalarse en una pequeña casa, Vincent empezó a prepararse para la llegada de Paul Gauguin, a quien veía como el primero de varios artistas que podrían instalarse en su colonia del sur, pintaba casi a diario y su paleta se llena de un colorido intenso.

YO CONSERVO DE LA NATURALEZA UN CIERTO ORDEN DE SUCESIÓN Y UNA CIERTA PRECISIÓN EN LA UBICACIÓN DE LOS TONOS […] ME INTERESA MENOS QUE MI COLOR SEA PRECISAMENTE IDÉNTICO, AL PIE DE LA LETRA, DESDE EL MOMENTO QUE APARECE BELLO SOBRE MI TELA, TAN BELLO COMO EN LA VIDA.

Vincent veía en el color una función más allá de la mera impresión de luz, y si bien trabajando con los impresionistas aclaró su paleta, llevaría el recurso del color mucho más lejos, dotándolo de autonomía y haciendo de éste su mayor soporte expresivo. Estando en Arles realiza cuadros tanto de exterior como naturalezas muertas con el fin de decorar la casa, sin embargo Gauguin abandonó Arles poco después de su llegada, tras lo cual Vincent se hundió en una enfermedad mental de la cual saldría a ratos.
A mediados de a abril de 1889 ingresó voluntariamente al sanatorio mental de Saint-Paul-de-Mausole en Saint-Rémy. Bajo permiso médico Vincent siguió pintando, aun así la enfermedad que padecía le ocasionaba ataques lo que le imposibilitaba hacerlo por largos periodos. En mayo de 1890 Van Gogh llegó a Auvers-sur-Ois e hizo amistad con el doctor Gachet, un pintor aficionado con una pequeña colección propia con obra de Cézanne, Renoir y Pisarro, entre otros. Aquí, sin dejar de trabajar, pasó los últimos días de su vida antes de dispararse en el pecho el 27 de julio, murió dos días más tarde.

En las cartas que Vincent escribió a Theo se percibe la evolución pictórica del artista, enmarcada en el dramatismo que va adquiriendo su escritura, refleja sus esperanzas y sus desilusiones y la huella que va dejando en él su inestable salud física y mental. El arte final de Vincent Van Gogh no es la prueba de su locura, por el contrario, es exactamente lo opuesto el intento diario por mantener su enfermedad a raya mediante trazos salvajes, producto de una mente turbulenta a momentos cuerda. Pintaba entre ataques, aferrándose a su trabajo como el mejor de los remedios, el único escape al torrente de pensamientos y sentimientos que canaliza escribiendo y pintando. Vincent Van Gogh en total control de sus acciones, fusiona el paisaje ante sus ojos con el eufórico paisaje en su mente, de brillante colorido y retorcidas formas.
Se puede apreciar como para Vincent resultaba imposible separar sus ideas estéticas, sociales y filosóficas, de su comportamiento, lo cual se refleja claramente en su obra plástica, en las cuales el color intenso, las formas llameantes y las marcadas texturas expresan y reflejan sus estados de ánimo. Un hombre siempre comprometido con sus ideales y con sus propósitos y fiel a si mismo.

 Bibliografía
Gauguin, Paul (1999). Diarios íntimos. México: Ediciones Coyoacán.

Micheli, Mario de (2002). Las vanguardias artísticas del siglo XX. Madrid: Alianza Forma.
Van Gogh, Vincent (2009). Cartas a Théo. México: Editorial Fontamara.
Vía:academiaplay

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