Reenviar puede matar.
Se quitó la vida con 32 años, un hijo de cuatro y otro de nueve meses. Se quitó la vida días después de que un vídeo íntimo grabado por ella misma cinco años antes corriera por los móviles de los trabajadores, 2.500, de la fábrica de Iveco en Madrid en la que estaba empleada. Se quitó la vida tras reunirse con la empresa y contar lo que ocurría. Iba acompañada de la representación de Comisiones Obreras, que explica que “la compañía alegó que se trataba de un asunto personal y no de ámbito laboral”. Se quitó la vida cuando el vídeo llegó a su marido.
Verónica se suicidó, contamos los medios. Pero a Verónica la llevamos a la muerte entre todos. Somos cómplices. Los trabajadores y las trabajadoras, sus compañeras y compañeros, que compartieron el vídeo. Los y las que hablaron de ella, que se rieron de frente y de espaldas; los y las que condenaron de alguna forma su conducta. Iveco, la empresa en la que trabajaba. Y, por encima de todo, nosotros, la sociedad en la que vivimos, en la que un vídeo íntimo de una mujer se considera una falta, una indecencia, una obscenidad, un motivo de burla. ¿Se imaginan el mismo vídeo protagonizado por un hombre? ¿Cuántos hombres mandan fotos de sus penes sin ningún pudor ni escarnio?
El torero Fran Rivera, comentarista del programa de Antena 3 Espejo Público, presentado por Susanna Griso, resumió el machismo en una frase: “Los hombres, soy un hombre y lo digo, no somos capaces de tener un vídeo así y no enseñarlo”. Afortunadamente, Rivera se equivoca. Hay muchísimos hombres que jamás lo compartirían.
El sexo es una de las formas de sometimiento machista y un ámbito fundamental de la lucha del feminismo. A nosotras nos matan por ser mujeres. A nosotras nos violan por ser mujeres. Las mujeres seguimos arrastrando el papel de sujeto sexual paciente. Para el machismo, la libertad y el placer son cosa de hombres. Nosotras consentimos y ellos desean. Ellos follan y a nosotras nos follan. Y así llegamos al miedo, a la vergüenza, a la culpa insuperable. Al suicidio.
Las mujeres hemos tenido que pelear mucho para vivir la sexualidad en igualdad. Por suerte, las más jóvenes ya son más libres que nosotras. El cambio cultural y de subjetividades que provoca el feminismo es imparable, pero todavía nos falta mucho. Esta muerte lo demuestra.
En 2017, una joven de 22 años se suicidó en Italia después de que un vídeo sexual en el que aparecía se hiciese público. Un año antes, en el mismo país, una mujer de 31 se quitaba la vida por el mismo motivo. En Indonesia, Afganistán, Pakistán, Somalia, Yemen, Arabia Saudí… lapidan a las mujeres por adulterio, por mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Verónica, a su manera, también ha sido lapidada. No nos olvidemos de su sufrimiento. De su dolor. Ella es todas las mujeres que vivimos en un mundo en el que no somos iguales, en el que nuestro género determina nuestra existencia, en el que en algunos lugares no valemos nada.
Siempre en la memoria. Nunca más,
.Vía. cxt.es
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