Mamá tu no cumples años.

Llevas más de medio siglo
a las espaldas
pero en tus ojos,
algunos días,
a media tarde,
cuando el reloj hace sombra
con tu libro y tu café,
se te inundan los ojos de primaveras…
y por un momento parece
que vuelves a estar en tu habitación de niña,
que los rizos te sacuden los hombros
mientras conquistas algún columpio
y los parques y los libros y la merienda
se convierten en tus mejores aliados.

Llevas a la espalda también varios cuerpos llenos de amor:
Uno se enamoró de ti
como un loco poeta
y dejó de mirar a la luna
cada vez que tú abrías los ojos
-aún se le puede ver de noche
con la ventana abierta
mirando tu cara dormida-.

Otros
salieron de ti
como salen los milagros,
apretando fuerte los puños
y cerrando los ojos,
mientras tú abrías esas alas
que no te caben en el pecho,
y te amaron
-te aman-
incluso cuando vuelan lejos
de tus brazos
porque tú les enseñaste a vivir.
Una de ellas
es la belleza hecha carne,
cómo no serlo si lleva tu cara
y tus andares
y esa mirada tan tuya
que oculta tanto misterio
que hasta los ciegos la quieren ver.

Otro,
se sigue escondiendo detrás de tus piernas
cada vez que sale a la calle,
busca tus dedos entre su pelo
porque solo tú le llenas el cabello de tanta ternura… que sólo hay paz en su cabeza,
hunde la nariz en tu abrazo para tenerte cuando no estés en la habitación de al lado,
llora cuando le explota el pecho izquierdo pero se le pasa al tercer latido
porque sabe que tú sigues ahí, que eres su casa,
y que no hay mejor lugar en el mundo que tú.

Lo que quiero decir mamá,
es que mientras tú cumples años
los demás cumplimos sueños contigo.

Verte reír es un atentado contra las lágrimas;
verte vivir es saber que ninguna guerra llegará a nuestras trincheras.
Verte,
en definitiva,
es aprender el amor y la vida.

MAMÁ TÚ NO CUMPLES AÑOS, CUMPLES SUEÑOS. (Elvira Sastre)

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