No soy un santo.

La diferencia es siempre esta extrema sensibilidad que me empuja hacia el exceso emocional, una forma de radicalismo sentimental que hace del sujeto querido, ya sea en el amor o incluso en la amistad, el objeto de mi interés exclusivo.

Me siento inadecuado para mi entorno de no poder compartir, dividirme, estar siempre en todo o nada ...

Es irónico casi ... Muchas personas se entregan de diferentes maneras para sentirse vivos y yo, una persona sería suficiente para mi bienestar y no puedo encontrarlo ... Mientras tanto, doy muy poco, con candado ... y cuando me entregué en el pasado, la caída siempre ha sido dolorosa ... Aquí hay un deseo de dar todo y recibir todo, de la misma persona, algo muy inmaduro, infantil y también muy peligroso. ...

Además, ¿a quién le gustaría ser amado así? Debe ser aterrador ... Me recuerda esta cita de Lacan:

Dar amor es querer dar algo que no tienes a alguien que no lo quiere.

La gran venta de emociones, sentimientos, no es para mí ...

En Eros, hay una dimensión mística y sagrada, un absoluto que no puede ser divisible y que no hace frente a la ligereza.

Sin embargo, no soy un santo y, al no poder inmolarse en el altar de un ídolo sagrado, de un señor, me contento con la levedad pagana ... pero mi alma, mi corazón y mi espíritu permanecen hambrientos.

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