Sufrimos.








Sufrimos porque somos tercos y necios. También porque no aprendemos de los errores y esa picardía de no querer tomar experiencia nos hace sufrir, nos hace repetir una y otra vez comportamientos errantes.
Así lloramos cada día por cosas que eran evidentes que pasarían. Si no cambiamos la mentalidad, chocaremos mil veces con la misma pared que se construyó por tropezar mil veces con la misma piedra.
Llorar, llorar, llorar hasta que por fin aprendemos. Es el punto positivo de todo esto. Que lloramos por adelantado para algún día no tener que necesitarlo.
Qué desgracia tan bonita.

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