El ser y la mercancía.

La prostitución es, en realidad, muy simple. Es sexo entre dos
personas: una que quiere y otra que no. Como el deseo está ausente, el pago ocupa su lugar.
Esta desigualdad de deseo es la base de toda prostitución, ya
sea “el servicio de acompañantes de personalidades importantes
(VIP)” o la esclavitud moderna de la trata. La misma condición está siempre presente: una persona quiere tener sexo y la otra no. Quizás con dinero el comprador obtenga el “consentimiento” e incluso un reconocimiento falso durante el acto, pero ello solo pone de relieve el hecho de que la otra parte tiene sexo pese a que realmente no lo desea. No importa lo mucho que se diga o se haga para ocultarlo, si hubiera deseo mutuo, no habría ningún pago —y todos lo sabemos.
Por ello, la prostitución es un enemigo de la liberación sexual, el deseo y el libre albedrío.
Lógicamente, este es solo uno de los problemas asociados con la prostitución. También están la violencia, la pobreza, las tasas de mortalidad elevadas, los proxenetas —ya se trate de la mafia o el Estado— y toda la industria que se nutre de la desigualdad de deseos.

[ El ser y la mercancía: prostitución,
vientres de alquiler y disociación
Kajsa Ekis Ekman ]

Comentarios