Apareciste en la puerta
en un vestido rojo
para decirme que eres fuego
Que consume y reenciende.

Una espina me señaló
de tus rosas rojas
por qué chupar el dedo,
como tuyo ya, mi sangre.

Caminamos el camino
que arranca la exuberancia
de la altura salvaje,
pero desde hace mucho tiempo ya
Yo sabía que el sufrimiento con fe imprudente,
La edad para ganar no cuenta.

                                                                         Era lunes
estrechar la mano
y hablar feliz
no encontró refugio
que en un triste jardin
de la ciudad convulsiva.



Giuseppe Ungaretti


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