“Claro que yo también quise ser princesa y el centro de su universo y un poema. Y que llegara tarde al trabajo alguna vez por mi culpa. Que una mezcla de sus genes y los míos jugara a las muñecas en el salón. Que los domingos se parecieran a cualquier cosa menos a domingos. Que los eneros no tuviera que recurrir a la estufa para calentarme los pies. Yo quería un jardín y rosales y un mar con sus olas, una talla mas de pecho o quizás dos, un cruce de piernas más erótico y una voz más femenina. Quería un montón de fotos con la sonrisa desnuda, un viaje a Grecia, un trabajo más decente. Quería aquello y eso y lo otro y un poco de aquí y otro poco de allá y a él. Sobretodo yo lo quería a él. Que mis orgasmos no se los tragara el desagüe, ni mi corazón se quedara sin cobertura y que los espejos y los hombres me dijeran la verdad sobre mi cuerpo. Quería tartas en todos mis cumpleaños y una posdata que dijera “te echo tanto de menos” y sexo sin condón ni asientos de coches y “cariño” y “amor” y “gordita” y un “¿como estas de tu jaquecas?” y un ” te sienta tan bien ese vestido". Quería desnudarme en sus pupilas, comer helado en su espalda, fumarme un cigarro en su boca, un silencio que rompiera su palabra, un hombro que durmiera mis bostezos, que me sentara mejor aquella falda y esa blusa y su piel. Sobretodo su piel. Y es que aunque ahora no te lo creas yo solamente quise ser feliz.
 — ​Las cosas  mas absurdas  de una mujer  zurda.
Ernesto Pérez Vallejo 

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